Boceto para la construcción de un paisaje:

La Laguna de Zempoala 1965/2010

Museo Moderno

Buenos Aires

2015

Boceto un paisaje. Ese paisaje en donde varios años atrás, tire las cenizas de mi madre.

Ella murió en el año 1965 en la ciudad de Rosario, a donde llego en el 57. En el año 1990 tiré las cenizas de mi madre en las Lagunas de Zempoala, México. El cuerpo de mi madre, mujer violentada en vida por un sistema opresivo, intolerante con las mujeres, y violentada

pos-muerte, al ser enterrada en un lugar que nunca fue el propio. Muchos años después de muerta, hubo que sacarla del lugar en donde estaba sepultada y cremar sus restos ya viejos de muerto. En un primer momento no supimos qué hacer con ese cuerpo. La trasladamos a México en una bolsa de supermercado. De México es parte de su familia.

Recuperó con carbón un cuerpo.

El carbón me ayuda a reflexionar sobre la posibilidad de una forma de existencia después de la muerte. Utilizó el dibujo como herramienta que me posibilita el vínculo con las esperanzas. Vuelve el dibujo a ser un medio para escuchar la memoria, para reconquistar las emociones e instalarme en lugares afectivos. El dibujo es mi pensamiento, es la línea directa con la construcción de un borrador; con el camino que une la razón con la emoción. El dibujo se lo ha utilizado como instrumento para asegurar necesidades vitales.  El hombre rupestre dibujaba en las cavernas sus deseos más primarios. Tenemos fuertemente arraigado en nuestras vidas un omnipotente sentido mágico, con el que hemos pretendido dominar las fuerzas naturales adversas o potenciar las favorables.  La magia es la manera que tenía el hombre de enfrentarse a esas fuerzas naturales y ponerlas a su servicio. Con este trabajo intenté provocar un suceso milagroso, la posibilidad de continuidad de la vida en la naturaleza, después de la muerte y no olvidar, no que no hay que olvidar.

Esta pieza se compone de enorme serie de dibujos de todos los tamaños y de un texto, que en realidad es el origen del trabajo. El texto como dibujo.

 

“Los hombres primitivos creían que, si estaban en posesión del símbolo o de la representación de las cosas, entonces la poseían”

  

 “Boceto para la construcción de un paisaje:

La Laguna de Zempoala 1965/ 2010”

 

María del Carmen, mi madre, murió en el año 1965, en la ciudad de Rosario, Argentina. 

Creo que hubiera preferido hacerlo aquí, en México, de donde fue su madre y en donde me encuentro transitoriamente, o en Santander, España, donde nació. 

Pero sé que no quiso hacerlo donde lo hizo.

Cuando ella falleció, Gaby, mi hermana, y yo éramos unas niñas de 5 y 7 años.

No teníamos dónde caernos muertas.

Así que un amigo de la familia le prestó a mi papá un lugarcito en el cementerio de la ciudad. Veinticinco años después, este Sr. tan generoso necesitó su lugar para descansar en paz.  Entonces mi papá sacó de allí a mi mamá y la cremó. Pero no supo qué hacer con ella. En principio la tuvo un tiempo en el living de su casa, en una urna, en la maceta grande de una planta de interior de la calle Melo, en la ciudad de Buenos Aires.

Nosotras en ese momento vivíamos en México y yo estaba embarazada de mi hija Rocío.

Así que no pudimos ayudarlo a mi papá.

Igual creo que tampoco nosotras hubiéramos sabido qué hacer.

Pero para septiembre del año 1990, mi hermana fue a Buenos Aires y buscó las cenizas de mi mamá. Decidimos traerla aquí a México, con la idea de enterrarla en algún cementerio precioso de pueblo, como esos que en día de muertos toman un color, una luz y un sabor diferentes, esperanzador, como que parece que allí la muerte sí es otra cosa.

Gabi, mi hermana, se trajo entonces las cenizas de mi mamá en una bolsita azul de plástico del supermercado. Cuando llegó a la aduana del aeropuerto de la ciudad México todo se complicó, porque ella no traía ningún certificado de ningún tipo y una bolsita azul de supermercado chino con cenizas extrañas, era incierto.

El Sr aduanero medio que no entendía nada y medio que se apiadó de ella y con la ayuda conspirativa de la época, que en esos momentos permitía pasar diferentes cosas por las aduanas, mi hermana pasó con las cenizas de mi mamá en su bolsita de plástico azul de supermercado chino. Estaba asustada, lloraba mucho. Una vez en casa decidimos salir a buscar un cementerio. Durante varios domingos, con el auto de Julio, el marido de mi hermana, recorríamos los pueblos con sus cementerios soñados.

Ninguno nos aceptó porque en realidad no había papeles:

 

-» pos no güerita, cómo sabemos nos, que esto no es un crimen», nos decían los guardias de cementerios.

 

Y así paseando y buscando tierrita santa, dimos con las Lagunas de Zempoala.

Allí, finalmente tiramos las cenizas de mi madre. En el Lago de los siete lagos.

Un día que no me acuerdo cual, nos sentamos en las orillas de aquel maravilloso lugar y vaciamos la bolsita de plástico azul. Vimos con mucha emoción como las cenizas, poco a poco, se dispersaban y hundían en aquellas aguas transparentes y frescas, hasta tocar el cercano fondo y mezclarse con la tierra y con la diversidad de algas y musgos.

Y allí la dejamos con cierta mezcla de tranquilidad, miedito, llanto y otra vez desamparo.

 

Pasaron 20 años y este domingo volví por primera vez desde aquel día a las lagunas,

con mi hija ya crecida.

El clima es perfecto, el paisaje bellísimo.

Camino.

El sonido es único, a lo lejos se escuchan los murmullos de las familias comiendo

y los niños jugando en ese sereno día de descanso.

La brisa mueve lentamente las ramas de los pinos. 

El sol se filtra por entre las copas y me malcría.

El agua, cristalina, con musgo nuevo, nuevas especies de plantas,

árboles que se han caído,

y se pudren allí dentro,

forman otra vez una nueva capa de naturaleza.

Los pájaros revolotean, suben y bajan rozando el agua para tomarla

y comer lo que por la superficie flota.

Ésta se mueve, fresca y clara.

 

Rocío camina. Se sienta y contempla el paisaje.

 

Otra vez el pino me acaricia cuando la brisa lo mueve.

Y siento que mi madre me agasaja en este pino y en esta brisa. 

Descansa en paz. 

La vida es perfecta.

Regreso plena de emoción y de tranquilidad.

Mi madre me dio un abrazo en un domingo perfecto en la Laguna de Zempoala.

 

Abril, 2010 México

 

“Cuenta la leyenda que la bella Zempoat murió de amor y fueron tantas las lágrimas de su familia que se crearon siete laguna hermosas” “…Este lugar es muy importante pues allí mismo se encuentran, además de las especies propias de un bosque mixto, una abundante combinación de algas que coexisten en el interior de una de las lagunas. Son estas raras combinaciones las que dan a nuestro país el carácter de megadiverso. Desgraciadamente, algunas de las lagunas se han ido secando con el tiempo hasta convertirse en fértiles valles. Sin embargo, aún se conservan las mayores y más significativas, mismas que dieron nombre al lugar, en época de lluvias crecen considerablemente. La más grande se encuentra en lo que fue el cráter de un antiguo volcán. En su interior existen muy variados tipos de algas, al punto que ha sido considerada como una de las lagunas con mayor variedad de plantas acuáticas en todo México. No menos rico es el bosque que las rodea, catalogado como mixto de pinos y encinos. Las casi cinco mil hectáreas del parque nacional representan la región con más agua dentro del recientemente declarado corredor biológico AjuscoChichinautzin. Sus escarpadas montañas con pendientes muy pronunciadas han dado lugar a cañadas donde se junta el agua de los cientos de nacimientos creando abundantes microclimas por donde corre el agua formando arroyos y cascadas todo el año. Incluso en la temporada de estiaje predominan los helechos, los musgos, los líquenes y otros tipos de plantas asociados a la corteza de árboles centenarios…”

Back to top